Nunca un fiscal de la nación del posjumorismo ha tenido tantos cuestionamientos y doble cara como el actual magistrado supremo Carlos Ramos
Nos preparamos para que se convirtiera en Fiscal de la Nación
Que tengamos recuerdo, nunca un fiscal de la nación del posjumorismo ha tenido tantos cuestionamientos y doble cara como el actual magistrado supremo Carlos Ramos Heredia.
Recuérdese a Blanca Nélida Colán y Miguel Aljovín, acusados de prevaricato, omisión de denuncia y encubrimiento personal durante el reinado tenebroso de Vladimiro Montesinos. Carlos Ramos Heredia no ha alcanzado a esos antecesores, pero vaya que lo viene logrando.
Su actuación como magistrado supremo titular de la Fiscalía de Control Interno ha estado llena de escandaletes que dicen mucho acerca de su idoneidad para el cargo que hoy ocupa. Nos preparamos para que se convirtiera en fiscal de la nación cuando se descubrieron las maniobras entre él y su antecesor, el también cuestionado José Antonio Peláez.
En una suerte de quid pro quo en las sombras, ambos magistrados pactaron sucederse y antecederse a cambio de no agitar las aguas. Eso se descubrió cuando era más que evidente que el problema no era que Ramos Heredia fuera el primo (lejano) de la primera dama, sino el operador político de una forma de gestión reñida con la decencia, la justicia y el propio debido proceso que hoy él invoca.
Para muestra de que su actuación es sinuosa y poco transparente, ha sido citado en calidad de investigado por la Comisión Áncash, al mismo tiempo que el Consejo Nacional de la Magistratura anunció que le abrirá dos procesos por su actuación en el anterior cargo.
Nunca un fiscal de la nación ha atravesado por esta situación vergonzosa, que nos avergüenza también a los peruanos decentes: ¿es normal (no justo) que el país tenga a una persona de esa catadura moral en el máximo cargo del Ministerio Público?
Definitivamente, no lo es. Pero menos normal es que, una vez que es pillado en offside, insista en proseguir con las malas praxis. A saber, su terquedad en no acudir a declarar a la Comisión Áncash. No creemos que sean más importantes las formas que el fondo, en este caso.
Es más, consideramos que él debería pasar por alto las supuestas faltas cometidas por ese grupo de trabajo, presidido por el congresista Mesías Guevara, para asistir y acudir a declarar. Si nos atenemos al dicho de que el que no la debe, no la teme, Ramos Heredia parece entonces deberla y temerla muchísimo.
Por otro lado, el Consejo Nacional de la Magistratura que lo investigará tampoco está conformado por “ilustres juristas” angelicales como sostiene Ramos Heredia.
Hay en ese organismo abogados representantes de diversas instituciones, es cierto. Pero coexisten en él personajes de otras actividades y ocupaciones que no tendrán reparo en limpiar a Ramos y a otros cuando así lo consideren necesario. La seguridad jurídica que se invoca vale para el país, no para los magistrados supremos que nunca pasan aprietos ni cuestionamientos.
El resultado de todo esto es el resentimiento y el deterioro de las instituciones, que se hunden en el descrédito por culpa de personajes con rabo de paja como
Ramos Heredia. Si había un coro de denunciantes contra él, antes de que se lo eligiera en el cargo, no debió elegírsele fiscal de la nación.
Un magistrado que desde ese cargo actúa mediatizado, con poco margen y muchos cuestionamientos, debería abandonar esa responsabilidad.
No va a renunciar, de eso estamos seguros. Pero la Comisión Áncash lo hallará responsable de sus actuaciones sinuosas y ese puede ser su fin.(la industria)