Por: Dionicio Mantilla León
El enterarnos de que el Procurador Anticorrupción, Cristian Salas, abra una investigación a los presidentes de Gobiernos Regionales de Tumbes, Lambayeque, La Libertad, Ancash, Ayacucho y Amazonas por la presunción de haber cometido delitos de peculado o apropiación ilícita de los dineros del Estado y colusión es decir que las autoridades reciben dinero de empresarios a cambio de ser favorecidos con la ejecución de alguna obra comunal ya no nos llama la atención; tampoco nos sorprende que la Fiscalía Anticorrupción ordene el levantamiento del secreto bancario y reserva tributaria del Alcalde de Santiago de Chuco, Juan Gabriel Alipio, por el presunto desvío de dinero del Estado en la compra de propiedades personales y el del Alcalde de Julcán, Mercedes Castro, por los delitos de colusión y lavado de activos en agravio del Estado.
Y no nos sorprende porque el ejercicio del poder ligado al enriquecimiento ilícito o robo en nuestra patria se ha convertido en algo común y rutinario. Tal como referíamos en nuestro artículo anterior la política actual lamentablemente se ha prostituido de tal suerte que el cargo de autoridad hoy por hoy se ha convertido en evidencia de latrocinio o robo, ni más ni menos, situación agravada ahora al convertirse algunos gobernantes regionales, en cabeza de toda una organización delictiva con extorsionadores y sicarios incluidos que secuestran o asesinan a sus opositores políticos tal como viene ocurriendo en las regiones de Ancash y Tumbes con la complicidad de malos jueces y policías. Todo esto mantiene en zozobra al país entero.
Felizmente, estos terribles casos no son una generalidad; sin embargo, es importante tenerlos presente por constituir toda una especie de cáncer que amenaza expandirse a todo el país si es que no se aplica rápidamente el medicamento necesario combatiéndolo de raíz. En este escenario, no tan halagüeño ni prometedor irónicamente se viene aproximando la fecha (faltan 5 meses) en que los peruanos habremos de ejercer nuestro derecho democrático de elegir y ser elegidos para el honroso cargo de autoridad regional o local. ¿Ahora bien, teniendo en cuenta el tenebroso panorama descrito nos sentiremos animados a participar entusiastamente en él?
Quienes somos conscientes de que aparte de este lado malo de nuestra sociedad existe otro lado bueno que gracias a Dios es inmensamente mayoritario y con primacía de valores y virtudes abrigamos aún la esperanza de que nuestra nación aún pueda salir del negro torbellino en que se halla. Confianza en que aún existan ciudadanos rescatables que puedan guiar a la sociedad hacia un derrotero de prosperidad y bienestar. Ciudadanos imbuidos de un gran amor a su pueblo que no buscan llenarse los bolsillos, sino llenarse el corazón de servicio a su comunidad. Ciudadanos capaces de liderar a su pueblo con honradez, capacidad y responsabilidad. Ciudadanos que estén dispuestos a jugarse el todo por el todo con tal de ver florecer en el alma de sus conciudadanos la esperanza de un cambio. Ciudadanos que como modernos Quijotes imbuidos de sueños e ideales afronten la lucha en contra de los graves problemas que nos agobian como la inseguridad, la corrupción y el atraso económico.
Necesitamos, sobre todo en Huamachuco y sus distritos, gobernantes con cualidades de conducta y de función. La primera, que significa una adecuada conducción en el hallazgo de solución a los problemas comunales, coraje, tenacidad, sencillez y humildad en el trato a los demás, responsabilidad, iniciativa y ejemplo de vida. De otro lado, cualidades funcionales como capacidad para gerenciar la labor municipal y honradez en el manejo de los dineros públicos.
Quienes pretendan ocupar un cargo gubernativo en nuestra provincia deben ser conscientes de sus debilidades y fortalezas. Conocer que ser alcalde, regidor o concejero regional constituye un motivo de orgullo y honra. ¿Qué mayor honor que representar a este pueblo tan digno y fecundo en historial, cultura, recursos naturales y turismo? Un pueblo digno merece un gobernante digno. Un pueblo maravilloso como Huamachuco merece un gobernante del cual nos sintamos orgullosos y no avergonzados de él. Al contrario, un pueblo indigno y corrupto merece un gobernante indigno y corrupto. Y Huamachuco no es ni lo uno ni lo otro.
Huamachuco merece un líder, que lo sepa guiar por destinos de grandeza con desarrollo y bienestar. Un gobernante como lo fuera el Dr. José Faustino Sánchez Carrión, que admiraba y se sentía orgulloso de su Huamachuco querido y que era consciente, también, de ser reconocido y admirado como el primer gobernante de la Patria emergente.