Junto con la inseguridad ciudadana, este es el problema social más acuciante que golpea a miles de personas cada año en Trujillo y en La Libertad.
Cada año varias menores son obligadas a ejercer la prostitución en clubes.
La magistrada adjunta de la Sexta Fiscalía de Familia, Paola Chávez, debe persistir en las acciones que ha emprendido el Ministerio Público para sancionar con penas de cárcel a los proxenetas que administran los clubes nocturnos donde se perpetra la prostitución de menores de edad.
Junto con la inseguridad ciudadana, este es el problema social más acuciante que golpea a miles de personas cada año en Trujillo y en La Libertad. Es una completa vergüenza que ninguna autoridad regional o municipal tenga en su agenda la lucha efectiva contra este flagelo que enajena a menores de edad y los priva, tal vez para siempre, de una vida normal insertados como parte de la sociedad.
Por eso, insistimos en que no se debe dejar sin castigo a estas personas. Hemos visto muchísimas veces que, a través de tinterilladas y subterfugios legales, los delincuentes–esos son los dueños y administradores del video pub La Estancia y el centro nocturno Chan Chan–logran quedar limpios de polvo y paja para seguir alegre y perversamente con su vil negocio de la muerte.
Acá no se trata, advertimos, de que este sujeto y sus hijos dirijan negocios que están al margen de lo que ocurre porque son terceros quienes llevan a las menores de edad en autos propios y las hacen viajar desde otras localidades fuera de La Libertad. Ellos son tan culpables como sus cómplices porque hacen la vista gorda y saben a ciencia cierta que lo que se perpetra es un delito gravísimo.
En segundo lugar, las autoridades deben profundizar las investigaciones para determinar cómo es que una niña de nueve años puede tomar un ómnibus (¿de qué empresa?), venir a Trujillo en compañía de adultos y permanecer aquí varios meses ilegalmente alojada en una casa que no es suya, bajo la responsabilidad de personas de la peor calaña que la mantuvieron secuestrada, dada su edad y su poco conocimiento de la vida.
¿No es acaso aterrador un caso como éste? ¿No nos podemos poner por un momento no en el papel de esta niña, sino en el de los padres de cualquier menor de edad que pudiera haber experimentado el infierno que ella y su hermana mayor vivieron? ¿Qué no está ocurriendo como sociedad para que estos casos se sucedan de tanto en tanto sin que se ataque de verdad este cáncer que es la prostitución infantil, que es por naturaleza clandestina, y por tanto sórdida?
Nos estamos acostumbrando a una realidad cotidiana que muestra su peor cara solo cuando las autoridades intervienen. Pero que se da en diversos ámbitos y que tiene a otros cómplices como son los clientes. A ellos también hay que indagarlos e incluirlos en el proceso.
Será difícil, por cierto, pero dependerá de que se sepa arrancarle esas confesiones a los culpables principales.(la industria)