Queremos jueces y fiscales inteligentes que no hagan honor al estribillo de la canción de Shakira: brutos, ciegos, sordos y mudos.
La Corte cada día se vuelve más garantista para los derechos del hampa.
Da vergüenza ajena que los magistrados de la Corte Superior de Justicia de La Libertad pregonen con bombos y platillos el haber condenado a prisión a un infeliz ladronzuelo de baja estofa que roba una mochila, mientras que por otro lado deja libres a los verdaderos ‘peces gordos’, amos y señores de la mafia extorsiva trujillana, que mantienen en zozobra a cientos de empresarios y ciudadanos de bien.
Da vergüenza observar cómo los señores jueces –que se supone deben cautelar por los derechos de los indefensos- justifiquen sus vergonzosas resoluciones que abren las rejas de la impunidad, amparándose en los indescifrables artículos de un Código Penal Peruano que cada día se vuelve más garantista para los derechos del hampa y pisotea los de las personas decentes.
Es indignante observar cómo juezas como las de la Tercera Sala Superior Penal –integrada por brillantes magistradas que se supone están preparadas con las mejores maestrías, doctorados, cursillos; y ostentan envidiables títulos universitarios, reconocimientos e inacabables seminarios de capacitación- sean tan indolentes ante el dolor de una madre que perdió a su hija por culpa de un maldito instinto asesino, el clamor de un microempresario víctima del vil chantaje delictivo o, simplemente, ante la indignación popular que no puede entender cómo y por qué revocan órdenes de captura u ordenan nuevos procesos contra hampones, convictos y confesos, que solo se dedican a parasitar en la sociedad.
Por otro lado, nadie puede comprender por qué razón muchos fiscales del Ministerio Público, a quienes el Estado paga un jugoso sueldo mensual con el dinero de todos los peruanos, son incapaces de sustentar bien sus demandas de acusación para que no sean desbaratadas por la astuta argucia de los abogados defensores del mal.
Muchas veces, La Industria ha sido testigo de cómo cuando a algunos fiscales se les pregunta por casos relacionado al hampa, éstos miran al techo (como cuando un niño de se olvida una pregunta de examen) y mandan llamar a sus asistentes para que funjan de ‘ayudas-memorias’ y los ayuden a recordar datos claves de las acusaciones que deben manejar al revés y al derecho.
Algo similar ocurrió con el caso del mercado La Parada, en Lima: los enardecidos comerciantes se burlaron de la autoridad y la jueza los libró de polvo y paja. Así de absurda es la justicia en el Perú. Así de burda, así de ilusa. Queremos jueces y fiscales inteligentes que no hagan honor al estribillo de la canción de Shakira: brutos, ciegos, sordos y mudos.
(la industria)