Por: Mirko Lauer
En estos días el narcotráfico está molesto, y va a dejar sentir su peso en los tiempos que vienen. Su táctica es conocida. Todo intento de afectar el negocio es respondido, no importa cuán limitado. En cambio toda pasividad del Estado es premiada con una pax narcotraficante en la cual esta modalidad de crimen organizado prospera.
Es muy probable que el asesinato del analista de inteligencia Luis Méndez Rodríguez sea la más reciente de estas respuestas del narcotráfico. El suboficial de la Dinandro fue un participante clave en la operación contra la “Familia 14” recién encarcelada. Así, su muerte sería un primer mensaje a las fuerzas del orden.
La posibilidad tiene que ser vista a la luz de las declaraciones del gobierno, que ha pasado de la blandengue fórmula de referirse a “malos policías”, a hablar directamente de corrupción policial. Esta expresión, usada por Ollanta Humala en su mensaje a la Nación, habla de un nuevo reconocimiento de la seriedad del problema.
A raíz de los narcoindultos y la captura de Nancy Obregón y sus cómplices ha empezado un nuevo balance de la infiltración narcotraficante en la política. Al lado de eso la inevitable infiltración en la Policía resulta mucho más virulenta y peligrosa, pues convierte a la PNP en el flanco más débil de la seguridad del Estado.
Los policías honrados que persiguen el delito viven como verdaderos rehenes, en constante peligro de ser apuñalados por la espalda, real o figuradamente, por quienes visten el mismo uniforme. Una situación insostenible para esos profesionales, y que explica en buena medida la explosión de inseguridad en todo el país.
Hace pocas semanas, en el contexto de la captura de la banda llamada “La Gran Familia”, un alto mando de Chiclayo declaró, con todas sus letras, que muchos policías mantienen nexos con la delincuencia y sirven a organizaciones delictivas. Pero lo declarativo parece ser más o menos hasta dónde por ahora puede llegar la conciencia del problema.
Si la lucha contra el crimen organizado persiste, incluso al nada vertiginoso ritmo de estos tiempos, va a ser complicado para la parte sana de la PNP combatirlo en dos flancos, rodeada de traidores quintacolumnistas. El tipo de situación que en otros países ha sido enfrentada con una reorganización en regla.
Tal reorganización tiene que ser vista ella misma como parte de la lucha contra el narcotráfico y las otras formas de crimen organizado que lo rodean. Además, debe funcionar como una iniciativa capaz de trascender el tiempo fugaz de los ministros, y el de los propios gobiernos, siempre tentados a destejer lo que avanzó el anterior.(la república)