Coalición Solidaria. Víctimas de violencia sexual infantil de 16 países de la región, incluido el Perú, han conformado el Movimiento de Valientes de Latinoamérica y el Caribe, una organización que busca impulsar cambios legales e institucionales para prevenir este delito, llevar a los perpetradores ante la justicia y ayudar a que los sobrevivientes sanen sus heridas.
A Claudia Padilla, como a millones de víctimas de violencia sexual, el sistema le falló. Entre los 5 y los 11 años de edad, su progenitor, el hombre que debía protegerla de los peligros del mundo, abusó de ella y de su hermanita, e incluso las sometió a explotación sexual comercial con amigos cercanos. Cuando algunas vecinas lo denunciaron por acosar a otras niñas del barrio, cuando se descubrió los abusos a los que sometía a sus hijas, la justicia, alegando su avanzada edad, no solo lo mandó a cumplir prisión preventiva en su casa sino que envió a las niñas con él. Solo cuando el criminal murió, por causas naturales, la violencia sexual acabó.
Claudia vive en Honduras, un país con altas tasas de violencia sexual, en el que cada tres horas se registra una denuncia por agresión sexual y en el que cada año 23.000 niñas y adolescentes dan a luz, en su mayoría por violaciones.
La terrible experiencia que vivió definió de muchas maneras su futuro. A los 14 años, Claudia se convirtió en una activista y defensora de víctimas de violencia sexual en su país. Hoy es parte de una decena de organizaciones que luchan por esta y otras causas, como los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBIQ+. Cada semana atiende por lo menos tres casos de violencia sexual en su comunidad. Durante años ha cumplido esta labor gratuita, lidiando con todo tipo de obstáculos legislativos y burocráticos, y, en su doble condición de víctima y activista, lo ha hecho casi solitariamente.
Hasta que, hace algunos días, Claudia conoció a otras personas como ella.
Eran hombres y mujeres de distintas partes de Latinoamérica que también habían sido víctimas de abuso cuando fueron niños o adolescentes. Que, a partir de estas experiencias, se habían constituido en líderes y activistas en sus respectivos países. Y que se habían reunido allí, en la ciudad de Buenos Aires, para decirse mutuamente que no estaban solos.
Cuando, días después de haber compartido tanto con esas personas, volvió a Honduras, Claudia debía atender tres casos de víctimas que la estaban esperando. Desde Tegucigalpa, por vía telefónica, ella cuenta a La República que mientras empezaba a ver los casos, sintió una sensación nueva. “Me sentí acompañada, me sentí segura y sentí que ahora formaba parte de una familia, un movimiento que iba a luchar para que estas realidades mejoren dentro de cada país”.
Activistas y sobrevivientes
La nueva familia a la que Claudia Padilla se refiere es el Movimiento de Valientes de Latinoamérica y el Caribe. Fue presentado hace unos días, el 16 de marzo, en Buenos Aires, por un grupo de activistas y sobrevivientes de 16 países de la región que han decidido que, a partir de ahora, en la lucha por la prevención de los delitos sexuales y por el castigo a los perpetradores, su voz, unida, también será escuchada.
Su lideresa es la boliviana Brisa de Angulo, quien a los 15 años fue violada durante meses por un familiar. Su caso llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que sancionó al Estado boliviano por haber vulnerado sus derechos durante el proceso judicial contra el agresor. Brisa ha escrito varios libros sobre el tema, ha recibido varios premios y es un referente en Latinoamérica para todas las víctimas que buscan justicia.
El Movimiento de Valientes que Brisa y los otros sobrevivientes latinoamericanos han fundado forma parte del Brave Movement, una organización fundada en 2022 por la activista y también víctima Daniela Ligiero con tres objetivos principales: prevenir la violencia sexual, impulsar que los agresores sean llevados ante la justicia y ayudar a que los sobrevivientes encuentren reparación y puedan sanar.
En el Movimiento de Valientes está la argentina Sonia Almada, quien de niña sufrió un período de abusos sexuales a manos de un tío político, y a pesar de que intentó contárselo a su familia, nunca fue escuchada. Ahora es psicóloga y dirige una asociación civil, Aralma, que impulsa la erradicación de todas las formas de violencia hacia infancias y familias.
Está la uruguaya Victoria Marichal, víctima de violencia sexual de niña y adolescente, hoy psicóloga especializada en la atención de sobrevivientes de abuso sexual infantil. Está Zoilamérica Ortega, hijastra del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien durante 13 años padeció las agresiones sexuales del dictador.
Y también está el peruano José Enrique Escardó, la primera persona que denunció los abusos del Sodalicio, tan temprano como en el año 2000, incluidos los tocamientos indebidos que cometió contra él su líder, Germán Doig.
Para ellos y todos los demás, el Movimiento de Valientes constituye el primer espacio en el que pueden sentir que su voz como sobrevivientes, a veces solitaria en sus respectivos países, puede amplificarse y tener más fuerza.
Cambiar la narrativa
“Nosotros, los sobrevivientes, conocemos nuestra realidad personal, nuestros procesos que, en algunos casos, han durado décadas, conocemos la realidad local de nuestros países y cuáles son los retos y obstáculos a los que nos tenemos que enfrentar”, dice José Enrique Escardó, quien es fundador de la Red de Sobrevivientes Perú. “Y eso ayuda a que podamos tener una visión macro de un problema que es común en nuestra región”.
“Sabemos que como movimiento vamos a tener mayor fuerza en la voz y mayor incidencia”, dice Sonia Almada, en diálogo telefónico, desde Buenos Aires. “Nos vamos a presentar en diferentes instancias y congresos para llevar nuestra voz, no de los hechos que nos acontecieron como sobrevivientes, sino del conocimiento que hemos adquirido como activistas. Nadie sabe más que un sobreviviente lo que es mejor para otro sobreviviente. Venimos a cambiar la narrativa. No solo somos un objeto de estudio de los otros, por más que ellos tengan buenas intenciones, sino que somos sujetos activos de ese cambio y vamos a pedir participación en los espacios donde se tomen las decisiones. Vamos a hacer un cambio con una mirada latinoamericanista, desde nuestra propia voz”.
Escardó y Almada explican que uno de los objetivos es que en todos los países de la región se declare que los delitos de violencia sexual infantil son imprescriptibles, algo que, después de mucha presión de activistas y congresistas aliados, se consiguió en Perú en 2018. También buscarán lograr cambios en el trato que los operadores de justicia prestan a las víctimas.
“No solo somos sobrevivientes sino, también, activistas”, dice, por su parte, Victoria Marichal desde Montevideo. “Hay una articulación entre el saber individual de la vivencia y el saber teórico con el que hemos ido reformulando nuestras propias experiencias. Y es una forma de cuidarnos, entre todas, todos y todes”.
Capítulo regional
El Movimiento de Valientes de Latinoamérica y el Caribe forma parte del Brave Movement Global, fundado en 2022 por la brasileña Daniela Ligiero.
1,1 millones de niños, niñas y adolescentes han sido víctimas de violencia sexual en la región, según Unicef.
58% de niños, niñas y adolescentes en América Latina sufrieron abuso físico, emocional o sexual en el último año, según la OMS.