Por: Dionicio Mantilla León
Murió el mayor genocida del Perú y América dejando la huella de su ideología del mal en varios seguidores en el centro del país, admiradores en el Congreso de la República y en el gabinete ministerial del gobierno de Pedro Castillo.
Luego de una larga
enfermedad que devino en una infección generalizada murió el más feroz genocida
de la historia del Perú y América: Abimael Guzmán Reinoso. De sólo mencionar su
nombre causa escalofríos al recordar los más de 30 mil asesinatos, pérdidas
económicas, torturas, secuestros y violaciones sexuales que con sadismo dejaban
las huestes de este ejército del mal emergido para marcar con sangre el libro
de la historia negra de nuestra Patria.
Por ironía del destino murió el día
anterior al 29 aniversario de su captura. Una captura producida gracias a una
paciente labor de inteligencia de nuestra policía organizada en el Grupo Especial
de Inteligencia Nacional (GEIN) creada y dirigida por el General PNP Benedicto
Giménez con apoyo del General Ketin Vidal y en donde nada tuvo que ver el
dictador Alberto Fujimori, es más, según versión de Giménez, este mezquinaba la
financiación y ponía trabas a la creación de este grupo policial; sin embargo, luego,
se ufanaría de que gracias a él se produjo la captura.
Ha muerto el genocida. ¿Qué hacer ahora? ¿Se
acabará el terrorismo subversivo y su nefasta ideología? ¡No! La ideología del
mal no ha muerto. Para ello, urge evitar el culto a su pensamiento tomando las
providencias del caso como la incineración y el arrojo de sus restos más allá
de las 200 millas del mar. Ni tumba, ni mausoleo para los genocidas. Pero urge que
los demócratas le demos batalla al terrorismo en su nueva estrategia: la
política con su partido el MOVADEF que utiliza la Democracia para sus nefastos
fines. Para ello debemos sembrar la
semilla de los valores y derechos humanos y difundir las lecciones que dejó la
pesadilla terrorista para que no se repita. Debemos utilizar los escenarios del
sistema educativo, los medios de comunicación y todo aquello que sirva para contrarrestar
el terrorismo. Jamás el ideal de lograr una sociedad con bienestar, justicia y
libertad puede erigirse sobre un cementerio de cadáveres de nuestros compatriotas,
barbarie que cabe sólo en una mente desquiciada.
Pero la posición democrática no prosperará jamás si un admirador del terrorismo como Guido Bellido sigue de Premier y un denunciado por terrorismo como Iber Maraví continúa en el gabinete ministerial; tampoco, mientras el gobierno de Pedro Castillo no se aparte del MOVADEF, brazo político de la ideología del mal, siga contratando como funcionarios a personajes extremistas e ineptos y no actúe como Presidente.