Por: Dionicio Mantilla León
Quien no conoce la historia de su pueblo no conoce la savia pura que fluye por sus venas que es el torrente vivificante con el que nutrimos nuestra identidad. Quien la conoce y a pesar de que no es la historia de su propio pueblo y no la difunde, peca de egoísta e infraterno. Y quien les habla, porque ama mucho a Huamachuco, no desea ser ni egoísta ni infraterno y, por eso, haciendo un alto en el análisis de los temas coyunturales de la vida regional y nacional hurgo hoy en el cofre de la riqueza cultural de la santa tierra huamachuquina para poner sobre el tapete de la historia de su intelectualidad a un personaje que aún no ha sido objeto de la valoración que merece.
Un personaje que viviendo a pocos metros de la plaza de armas de Huamachuco era desconocido por sus paisanos, sobre todo, por los niños y jóvenes. Se sabía dónde vivía, pero para la mayoría de sus coterráneos era un N.N. y hasta motivo de inquietud por la forma peculiar como vivía aislado del mundo, como un ermitaño. Un personaje que para percibir de cerca el aroma inspirador de las musas de su canto optó por ubicarse fuera del mundanal ruido. Su nombre: Carlos Modesto Guevara Bocanegra.
Nacido un 2 de noviembre de 1913 en Huamachuco partió al infinito un 28 de diciembre del 2008, a los 95 años, dejando la honda huella de su paso terrenal: una obra aun no conocida del todo. Se dice que cada ser viene al mundo con una misión específica y la de don Carlos fue regalarnos la belleza, la fuerza y la armonía de sus obras artísticas como escritor de leyendas y costumbres huamachuquinas, sus poemas románticos construidos con cuartetos alejandrinos y sus cuadros pictóricos capturando escenas paisajísticas y estampas de Huamachuco.
Por las solariegas calles huamachuquinas fluyen silenciosas las luces de muchos ínclitos hombres y mujeres que han dedicado sus vidas a sembrar las hermosas flores de su cultura. Don Carlos fue uno de esos jardineros, sembrador apasionado de la cultura de su pueblo. Si bien el poeta Néstor Gastañaduí es conocido por sus poemas acopiados en su bello poemario “Kero”, don Carlos creó 13 poemarios, decenas de cuentos y leyendas, varias novelas y más de 200 cuadros pictóricos lamentablemente no conocidos en su mayor parte tal vez por descuido personal, pero, también, por la falta de interés de las autoridades y las personas encargadas de promover la cultura huamachuquina.
El poeta contrajo nupcias con la dama cajamarquina: Corina León Cuestas, luego, tuvo como conviviente a la dama huamachuquina: Rosa Goicochea Romero, con quien tuvo 3 hijos: Olga, Carlos y Aldo. Fue maestro egresado de la Escuela Normal de Trujillo desempeñándose como docente en apartadas escuelas de los distritos de Sarín, Sanagorán y luego, en Huamachuco, en la Escuela Integrada.
Como maestro ofrendó 31 años de su vida al servicio de la educación hasta que optó por retirarse para dar forma así a sus poemarios: “La sombra encendida”, “Mi barca y las noches del lago”, “Vuelve el alba del sueño”, “Danza de Narbión en los cielos”, “La Invitación del agua”, “Las imágenes pasan”, “La momia de los ojos de oro”, “Los anhelos inefables”, “El poema del Juido”, (donde plasma las injusticias en de los gamonales) entre muchas otras obras inéditas. De otro lado, el libro de cuentos “El encadenado de la montaña”, “Los rangachos”, “La momia de los ojos de oro” y numerosas leyendas, entre ellas: “El cura sin cabeza”, “El arábica del Incario”.
Durante su juventud mucho le gustaba viajar absorbiendo así con los ojos del alma bellas estampas que patentizó en sus cuadros pictóricos. En 1933, gana el concurso literario de poesía “Perfiles heroicos” organizado por el Colegio San Nicolás, donde cursó sus estudios de Secundaria y, en 1980, el concurso literario con su obra “La leyenda y los hombres”. Don Carlos fue objeto de reconocimiento por la Municipalidad Provincial de Huamachuco, el Gremio de Escritores y la Asociación de Pintores de Huamachuco.
Hace muchos años, un dos de noviembre de 1994, ocasión en que el autor de esta nota conducía el programa cultural dominical: “Así es mi pueblo” en Radio Los Andes, en el que me dediqué durante más de 12 años a rescatar la cultura huamachuquina hube de entrevistar a este poeta ermitaño. Fui recibido en su refugio literario en el jirón Sánchez Carrión y, allí, entre un cúmulo de libros y cuadros pictóricos pude conocer la profundidad de su pensamiento. Sostuvimos un ameno diálogo que concluyó, con esta frase: “Colega, todos hemos nacido con una tarea que cumplir y esta es la mía: estampar en el arte mis ilusiones románticas, las esperanzas de los pobres y la belleza de mi pueblo”_ me dijo y yo le creí.
Pude así escuchar el quejido de su alma porque fue justamente ese día su onomástico 81 y nadie se había acercado a saludarlo. Lo encontré solo, llorando acompañado de su obra en ciernes: “El encadenado de la montaña”, e intentando deleitarse mirando en el infinito su hermoso poema: “La Danza de Narbión en los cielos”.
Pero esas lágrimas de dolor serían hoy enjugadas si, el Alcalde actual, Robert Contreras Morales, dispusiera la reedición de la obra literaria de don Carlos y, el Director de la UGEL, Segundo Moreno, recomendara que dicha obra sea tomada como fuente de lectura en el Plan Lector por nuestra niñez y juventud estudiantil. ¿Acaso esto es mucho pedir?