Por: Dionicio Mantilla León
Como se ha hecho ya una tradición el pueblo peruano esperaba que este 28 de julio, el mensaje presidencial nos colmara de esperanza en el futuro planteando anuncios de medidas y obras orientadas a atender los más álgidos problemas que afligen hoy al país. Problemas que, en la actual coyuntura son, sin lugar a dudas, la inseguridad, el tema salarial y la desaceleración económica; sin embargo, ninguno de ellos fue tocado en su real dimensión limitándose a desarrollar un balance de las obras realizadas durante los cuatro años de gobierno.
Con el respeto que se merece nuestro Presidente de la República considero que, en líneas generales, el mensaje presidencial ha dejado una percepción de pesimismo, marcado desaliento y una sensación de despedida, y , como si lo realizado en cuatro años fuese ya suficiente para su gobierno. Fue un mensaje carente de medidas de impacto real, de objetivos y metas de mediano y largo plazo, más aún si, como conocemos, nos acercamos al Bicentenario de la Independencia Nacional. Francamente no fue un mensaje brindado por un estadista, menos por un líder cualidades que, por lo demás, han estado ausentes durante todo su mandato.
Y, como era de suponer, puso énfasis en lo que se ha convertido en el tema favorito de su gobierno: los programas sociales orientados, según afirma, a la inclusión social y la disminución de la pobreza y extrema pobreza revelando que dichos programas han dado como resultado que 1´300,000 peruanos salgan de la pobreza señalando que a partir de agosto creará otro: La pensión por discapacidad severa. Dio cuenta, asimismo, de los avances de lo realizado en el sector educación, salud, vivienda, agricultura, telecomunicaciones, infraestructura vial y la política exterior. Relievó el avance que tiene la ejecución de la Carretera Longitudinal de la Sierra, la recuperación del lote 88 de Camisea, la construcción del Gaseoducto Sur peruano, el programa FISE y la modernización de la refinería de Talara. Anunció, también, la creación de parques industriales en todo el país.
Y como si alguna duda hubiese quedado, el 29 de julio, minutos antes de la parada militar, lanzó algunas frases con apariencia de arenga militar, pero que no fue tal, pues fue la ratificación de su triste despedida. Para algunos políticos de oposición, analistas y, hasta autoridades el mensaje presidencial ha estado de vacío y no ha tocado la problemática de las regiones y provincias, afirmación que considero extrema y errada por cuanto se supone que es un mensaje de alcance nacional y no regional y menos provincial.
De otro lado, el neurálgico tema de la inseguridad que agobia a los peruanos fue tocado no con la real dimensión que merece pues con la tipificación del sicariato como delito y su penalización con 25 años y cadena perpetua no se va eliminar ni disminuir ese cáncer social pues el tema de la inseguridad con ser muy complejo merece un tratamiento con un enfoque integral. Respecto al incremento del sueldo mínimo vital el Presidente no dijo que este viene siendo analizado en el Consejo Nacional de Trabajo el cual se encuentra analizando las propuestas alcanzadas por la CGTP y, presumiblemente, su resultado serán dados a conocer dentro de breve tiempo, resultado el cual necesariamente debe ser un incremento racional con lógica repercusión en el consumo y, por ende, en el estímulo de la economía nacional cuyo crecimiento llega hoy a menos del 3 %.
El mensaje del Presidente de la República, Ollanta Humala, si bien no ha satisfecho a todos los peruanos por no haber tocado los grandes problemas nacionales se inscribe como un hecho democrático importante en la historia de la patria y constituye un testimonio de la labor de un régimen gubernativo que emergió como el abanderado del nacionalismo y la gran transformación, pero que devino en el representante del neoliberalismo al que le falta aún un año de oportunidad para satisfacer, aunque sea mínimamente, las expectativas del pueblo peruano.