Por: Dionicio Mantilla León
El día viernes 21 del presente mes en ocasión en que el Presidente de la República, Ollanta Humala, se encontraba en la ciudad de Nuevo Chimbote (Ancash) realizando la inauguración del servicio de agua potable y desagúe de una urbanización fue víctima de un agresión física por parte de un grupo de exaltados simpatizantes del cuestionado Presidente regional de Ancash, Waldo Ríos, quienes le arrojaron agua y arena protestando porque los miembros de seguridad no permitieron subir al estrado a este funcionario.
Este hecho, sin lugar a dudas censurable, se une a otros hechos, igual de inaceptables, que de manera recurrente se vienen produciendo en diferentes pueblos de nuestro país y que evidencian el trato irrespetuoso que un buen número de peruanos ofrecen a nuestras autoridades de todos las instancias gubernativas ofendiéndolos con apodos y expresiones no acordes con el cargo que ostentan dichas autoridades.
En el caso específico de lo ocurrido en Nuevo Chimbote con nuestro mandatario no sólo es una agresión a él como persona sino a lo que representa. Según el artículo 110 de nuestra Constitución Política: “El Presidente de la República es el Jefe del Estado y representa a la nación”. Este hecho, entonces, reviste una gravedad que merece una sanción ejemplar a los agresores, debiendo, incluso, ser objeto de penalización con el propósito de que sirva de precedente.
No hacerlo daría pie a promover una seria lesión a la cultura del respeto a la autoridad un principio considerado como valor humano. No hacerlo daría pie para instaurar el caos y la anarquía en nuestro país herido cono está ya por el clima de inseguridad y criminalidad que nos tiene aterrorizados. Podemos discrepar con alguna medida gubernativa, podemos no estar de acuerdo con alguna oferta incumplida o con alguna desatención a nuestras peticiones; empero, esto no puede ser justificación para ofender, agredir o apostrofar con algún insulto a nuestro primer mandatario de la nación pues él, querámoslo o no, nos representa a los 30 millones de peruanos. Para expresar nuestra disconformidad y rechazo existen otras maneras mucho más civilizadas.
Lo ocurrido en Nuevo Chimbote debe servir para poner sobre el tapete de la reflexión ciudadana la cultura del respeto que debemos tener en todo momento de nuestra vida por nuestro prójimo mucho más si él o ella representan a alguna institución. Una actitud que adquiere integralidad o es completo cuando también el prójimo, nuestro jefe o nuestra autoridad nacional, regional o local también nos trata con respeto.
Demás está decir que a nivel de nuestra provincia y distritos también debe primar un clima de respeto a la investidura de todas nuestras autoridades. En nuestro trato diario jamás debe figurar un insulto o una agresión verbal o física a nuestro Gobernador, Alcalde Provincial, Regidores, Alcaldes distritales, Regidores distritales, Tenientes Gobernadores, Agentes Municipales, Dirigentes de Rondas y Comunidades Campesinas, Pastor o Sacristán y, en general, a todo aquel ciudadano o ciudadana que ejerza un cargo de jefatura o de autoridad comunal.
El respeto que brindemos a los demás nos enaltece, nos eleva, nos hace más humanos y nos sirve como garantía para que también nos respeten o, en todo caso, tener el derecho de exigir a los demás para que también nos respeten. La comprensión, aceptación y práctica diaria de este valor humano, que se inicia y cultiva en el hogar respetando a la autoridad paterna y materna, es lo que entendemos como CULTURA DEL RESPETO A LA AUTORIDAD.