Por: Dionicio Mantilla León
El hallazgo de una cucaracha en una pieza de pizza por uno de los comensales de uno de los restaurantes de la cadena transnacional Mac Donald en la ciudad de Lima desató, hace unas semanas, todo un escándalo que tuvo su repercusión en todo el país. Un bochornoso hecho convertido en una novedad mediática que sirvió de estímulo para que nuestras adormitadas autoridades de la Municipalidad de Lima realicen una prolija inspección del local materia de denuncia y descubriendo el pésimo estado de salubridad del mismo procediendo a su inmediata clausura y a la imposición de una fuerte multa.
Y, como ya es costumbre en nuestro país, esta diligente actitud de nuestras autoridades capitalinas fue imitada por las demás autoridades ediles a nivel nacional dedicándose a la plausible labor de inspeccionar restaurantes, pollerías, cevicherías y similares procediendo a imponer las respectivas sanciones a los infractores. ¿Pero, porqué esta reacción en cadena a nivel nacional? ¿Acaso las cucarachas y ratas se pusieron de acuerdo para aparecer de manera simultánea a lo largo del país? ¿Acaso nuestras autoridades ediles recién se enteraron de la existencia de las normas de salubridad que ellos son llamados a hacer cumplir en salvaguarda de la salud de la población?
Lo cierto es que la fuerte presión de los medios noticiosos del país cumplieron su rol de informar y orientar a la sociedad, pero también es cierto que nuestras autoridades ediles muchas veces se dejan llevar de la corriente y la novedad imitando a otros para ponerse a tono con el acontecer y aparecer en las primeras planas de los medios para, luego de transcurrido algún tiempo, olvidarse de sus deberes dejando intocado el tema volviendo a la rutina de siempre dejando en libertad a los comerciantes de expender sus productos sin las mínimas condiciones de higiene, calidad, peso y precio razonable con el lógico deterioro de la salud de la población.
A nivel de Trujillo la onda de control también llegó a la comuna abocándose en estos días a inspeccionar conocidas restaurantes del centro de la ciudad encontrando alimentos en descomposición procediendo a su inmediata clausura por 30 días. Una labor que si bien tiene el toque imitativo no deja de ser positivo; empero, mucho más meritorio sería si fuese permanente y coordinado no sólo con las autoridades pertinentes sino también con las juntas vecinales. De otro lado, se debe tener en cuenta que dicha labor de salvaguarda de la salud de la población sea planificada e integral no olvidándose de las fuentes de provisión de los productos alimenticios como son los terminales pesqueros, camales y mercados, tampoco de los supermercados o moles y, sobre todo, concentrar su mirada en centros de abastos como el Mercado Palermo (Ex mercado mayorista) y Hermelinda convertidos hoy en gigantescos focos infecciosos por la anti higiene y caos de su interior y acumulación, en plena calle, de montañas de desperdicios y basura de los que se alimentan orates, vagabundos y canes formando así un cuadro infrahumano que debe ser subsanado de manera urgente.
A nivel de la ciudad de Huamachuco la calidad del expendio de productos alimenticios en los restaurantes, picanterías y el mercado municipal no difiere mucho del que se ofrece en otras ciudades del país no conociéndose aún del hallazgo de ratas o cucarachas en los alimentos o al menos los consumidores no lo denuncian, pero lo que sí es evidente es la existencia de cientos de comerciantes ambulantes ubicados en los alrededores del mercado y calles aledañas, específicamente, el grupo de vendedoras de comida en una de las esquinas del citado centro de abastos que si bien es un cuadro folklórico huamachuquino no reúne las condiciones óptimas pertinentes motivo por el cual amerita la intervención de las autoridades municipales no para coaccionarles sino para presentarles una alternativa apropiada de reubicación en donde desarrollen su actividad con las condiciones sanitarias adecuadas.
Sin lugar a dudas que el control del óptimo expendio de productos alimenticios al público debe ser una tarea de primera prioridad y permanente de nuestras autoridades y, la de nosotros, la comunidad, adquirirlos en los lugares que ofrezcan mayor garantía.