Contactos. Espías chilenos reclamaban al agente peruano Alfredo Domínguez que enviara la relación de los antiguos y nuevos agentes de la Dirección de Inteligencia de la Marina (Dintemar), así como las grabaciones de las conversaciones en la embajada de Chile en Lima que supuestamente los servicios secretos de nuestro país consiguieron captar.
Ángel Páez
En el juego de los espías, pierde el que más errores comete.
Alfredo Domínguez Raffo estaba angustiado por conseguir más dinero. Había conocido a una muchacha en Iquitos cuando trabajaba en la Estación Móvil de Inteligencia (EMI) y quería comprarse un departamento. La joven llamada Candy le había advertido que seguiría con él en Lima siempre que tuviera un lugar seguro dónde vivir. En los correos electrónicos que Domínguez había dejado grabados en la laptop que agentes de la División de Contrainteligencia le decomisaron le decía a un interlocutor que usaba el apelativo de “Jano” que necesitaba más fondos para mantenerse sin sobresaltos. “Jano” le respondía que estaba de acuerdo, pero que necesitaba que le enviara más información para conseguirle más dinero. “Jano” es el apelativo del espía chileno que había reclutado a Domínguez. El amor y el espionaje son una mala combinación.
“Necesito para la inicial (del departamento)”, exigía a los espías del sur.
Domínguez, no obstante su experiencia como agente de inteligencia, era muy descuidado con sus dispositivos electrónicos personales. Ha dejado mucha información sobre sus actividades clandestinas. Sus compañeros de promoción están preocupados porque aparecen en sus cuentas en las redes sociales y en sus correos electrónicos y temen ser implicados.
En uno de sus celulares escribió un mensaje: “¡A empezar de nuevo”, fechado al día siguiente de su detención.
Aficionado a las reuniones regadas con cerveza, a mantener relaciones con parejas esporádicas, y a alardear de que trabajaba para una supuesta empresa extranjera llamada “Gerencia Sudamericana”, Domínguez vulneró todos los dispositivos de seguridad que un agente de inteligencia debe aplicar con rigor.
Los agentes de la División de Contrainteligencia, que depende de la Dirección de Inteligencia de la Marina (Dintemar), al revisar los contenidos de la laptop y de la tablet de propiedad de Domínguez, quedaron sorprendidos por lo que encontraron. Los correos electrónicos de “Jano” alentaban a Domínguez a continuar “colaborando” con el argumento de que lo que entregaba era muy valioso y demostraba su profesionalidad.
El análisis de las fechas demostró que el flujo de las comunicaciones incrementó conforme se acercaba la fecha del fallo del tribunal de La Haya sobre el litigio con Chile, y que luego de conocida la resolución, “Jano” siguió presionando a Domínguez para que no cortara los despachos.
ASCENSO CON DESHONOR
Alfredo Domínguez, analista de inteligencia del Frente Externo, con 17 años y un mes de servicios hasta el momento de su detención –el 17 de octubre de 2014–, mantuvo el contacto con “Jano” por lo menos hasta mayo de ese año. Incluso, después de haber sido ascendido al grado de Técnico de Tercera, el 1° de enero del 2014, Domínguez mantuvo vínculos con espías chilenos.
Pagó con traición el reconocimiento que le dio la institución que le brindó la oportunidad de consagrar su vida a la defensa del país.
El abogado de Domínguez, Danilo Guevara, un ex subalterno de la Marina, desestimó los cargos contra su cliente y afirmó que no existe ninguna evidencia concreta sobre acciones de espionaje a favor de Chile. A Guevara se atribuye haber recurrido a la prensa para filtrar la información sobre el caso de espionaje contra Domínguez, pero él lo niega.
“Jano” reclamaba a Alfredo Domínguez información sobre los ascensos, los pases al retiro y la asignación de cuadros, la rotación de los efectivos y el periodo en que se efectuaban, tiempo de servicios de los nuevos y antiguos servidores, así como la relación actualizada del personal en actividad y las dependencias en las que laboraban.
El objetivo de “Jano” era conocer hasta el último detalle las actividades de la Dintemar.
El espía chileno también demandaba con persistencia a Domínguez que le consiguiera los audios de las conversaciones que supuestamente el espionaje peruano había captado en las instalaciones de la embajada de Chile en Lima.
Había el especial interés de “Jano” por enterarse de lo que los servicios secretos del Perú sabían sobre las actividades de los espías chilenos en nuestro país, en particular conforme se acercaba la definición de la demanda ante La Haya.
El trabajo de espionaje Domínguez no estaba en condiciones de hacerlo solo.
QUIÉNES ERAN SUS CONTACTOS
De hecho, cuando argumentaba que necesitaba fondos, Alfredo Domínguez le decía a su contraparte que era importante la transferencia de dinero porque necesitaba pagar a las personas que lo ayudaban a encontrar la información. “Es necesario que los tenga contentos”, argüía Domínguez a su interlocutor por correo electrónico.
Fuentes militares relacionadas con la investigación judicial del caso indicaron que le pidieron a Alfredo Domínguez que les facilitara el acceso a sus pertenencias. En esa tarea de verificación los agentes de la División de Contrainteligencia encontraron entre los objetos personales del imputado algunas tarjetas de crédito de un agente de la Dintemar de apellido “Valentín”.
También hallaron un chip telefónico en el que se registran numerosas llamadas a otro agente de la Dintemar de apellido “García”.
Además, durante la vigilancia que se le practicó a Alfredo Domínguez –quien utilizaba el apelativo de “Paul”, o a veces “Sandro”–, se detectaron que sostuvo reuniones con un agente de la Dintemar conocido como “Oyarce”.
Lo llamativo es que ni “Valentín”, ni “García” ni “Oyarce” trabajaban en la misma dependencia que Domínguez. Sin embargo, tienen en común haber pertenecido a la misma promoción del Instituto de Educación Superior Tecnológico Naval (CITEN), o de la Escuela de Calificación. Para las fuentes militares vinculadas con el caso, lo más probable es que Domínguez usara a dichos compañeros para obtener información que le interesaba de las oficinas donde estos trabajaban.
“Valentín”, “García” y “Oyarce” laboraban en dependencias estratégicas de la Marina y tenían acceso a información relevante. Ya pasaron las pruebas del polígrafo y los resultados no fueron muy alentadores para ellos.
La información obtenida de la laptop y de la tablet de Domínguez ha facilitado indicios de la relación de este agente con el técnico de tercera Alberto Gonzales Alejos, quien por el momento solamente afronta una acusación por infidencia y desobediencia. Gonzales y Domínguez coincidieron en las instalaciones de la Estación Móvil de Inteligencia (EMI), en Iquitos, donde trabajaron juntos.
LA RUTA DEL ESPÍA
Alberto Gonzales, como Domínguez, fue ascendido al grado de técnico de tercera el 1° de enero del 2014, el mismo año en que la División de Contrainteligencia destapó la red de espías a favor de Chile.
De confirmarse que Gonzales era parte del entorno de Domínguez, podría ser imputado por el delito de traición a la patria. De momento ha sido relevado de todas sus funciones, se encuentra bajo disposición de la Dirección de Personal y desarrolla labores de pintado y ornato bajo vigilancia en la Base Naval del Callao. En busca de su versión de los hechos, la familia de Gonzales se negó a ofrecer su descargo y soltaron amenazas.
Según las fuentes militares relacionadas con la investigación judicial, en los teléfonos que manejaba Domínguez se han identificado números que manejaba Alberto Gonzales, quien cuenta con más años de servicios que este: 21 años y 11 meses.
En el caso del técnico de segunda Johnny Philco Borja, su situación es realmente grave. Era un agente brillante. Por eso lo ascendieron el 1° de enero del 2012. Especialista en telemática, sus conocimientos sobre las claves de comunicaciones, los códigos de encriptación y del sistema de protección de los accesos de la seguridad de la institución naval eran potenciales que llamaron la atención de sus reclutadores chilenos.
Con 26 años y 11 meses de servicios, Philco es el más veterano de los tres acusados.
A diferencia de los otros dos implicados, las fuentes castrenses que conocen del caso son muy reservadas respecto a Philco. Indican que precisamente porque se trata del más comprometido, no es posible conocer mayores detalles: la investigación está en giro.
Fargo Cochagne Rodríguez, abogado del telemático Johnny Philco, evitó manifestarse sobre el caso de su patrocinado. Desestimó las imputaciones y expresó que confiaba en que saldría bien librado.
Lo más probable es que Johnny Philco Borja, como Domínguez y Gonzales, haya dejado dispersa evidencia de sus actividades ilegales. De no haber cometido errores, quizás seguirían vendiéndose a Chile.
Manuel Fernández, un ex agente bajo sospecha
El técnico de segunda Manuel Fernández Manchego, presunto ex miembro de la Dintemar, pertenece a la promoción Samuel Finley Morse 1972 del Centro de Instrucción Técnica y Entrenamiento Naval (CITEN), y es uno de los principales sospechosos de haber sido quien reclutó a los agentes peruanos para que espiaran a favor de Chile.
Las fuentes indicaron que sobre Fernández existe una investigación abierta y que en el corto plazo se resolverá su situación jurídica. En la dirección que registró en el Reniec no dan razón sobre su paradero y no es conocido su abogado defensor.
El movimiento migratorio de Fernández –quien mantiene activa su relación con varios agentes en actividad y en retiro de la Dintemar– es lo que ha llamado la atención de los investigadores militares porque coinciden con salidas de personas relacionadas con Domínguez, Gonzales y Philco.
Por su parte, el abogado de Alfredo Domínguez insistió en que la Marina había fabricado el caso contra su cliente y que en el proceso judicial demostraría que es inocente porque las evidencias que se han presentado hasta el momento “son insustanciales, superficiales, basadas en hechos incidentales”.(la república)