El turístico balneario trujillano de Huanchaco rinde sentido homenaje al humilde pescador que asumió con valor las riendas de la Iglesia Católica.
“Pedro, tú eres piedra, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”.
Las palabras de Jesucristo determinaron el prominente destino de un enérgico y humilde pescador de Galilea, que alteró toda su previsible existencia para atender el llamado del salvador de la humanidad.
Pedro, el pescador, es hoy el venerado San Pedrito, patrono de los hombres de mar y homenajeado por miles de fieles en el balneario de Huanchaco, estampado como en una postal a sólo doce kilómetros de Trujillo.
La festividad en honor a San Pedro se vive por todo lo alto en una concurrida zona turística que alguna vez fue una caleta Chimú y hoy respira al compás de las olas del mar norteño que obsequia tanta calma como agitación.
Ya desde inicios del mes de junio, el balneario va preparando el homenaje a su guía espiritual. La hermandad que trabaja en recuerdo al santo apóstol y una comisión designada por la comuna distrital, alistan las actividades que congregan a un importante número de turistas nacionales y extranjeros.
Los actos se ven engalanados con la elección de la Reina de la Marinera de Huanchaco, a quien acompaña el apelativo de “pata salada”, aludiendo a la manera de practicar nuestro baile tradicional al borde del mar y sin calzado que oprima los pies.
Horas antes del día central, es casi de carácter obligatorio bailar y cantar en honor a San Pedro, participando en la colorida verbena con fuegos artificiales, mostrando el sincretismo entre jolgorio y misticismo que acompaña a las celebraciones religiosas en América Latina.
San Pedrito a bordo de un “patacho”
Pueblo de pescadores al fin y al cabo, Huanchaco rinde el más vistoso y sentido homenaje a su patrón donde deber ser, en el siempre ingobernable y misterioso mar peruano.
Allí, San Pedro es paseado a bordo de un “patacho”, tradicional embarcación construida a base de totora que llega a medir unos diez metros de largo por casi tres de ancho, y cuyo costo puede superar los cinco mil soles.
Luego de la solemne Celebración Eucarística, los devotos participan en la emotiva procesión que recorre las calles huanchaqueras, recibiendo el aplauso y, especialmente, las plegarias de los devotos entregados al afecto por su piadoso patrón.
Culminados los oficios religiosos, llega el momento de saborear la comida trujillana que ha merecido la incuestionable aprobación de propios y extraños.
Así, Platillos como el cebiche con pescado tan fresco como la brisa marina, el cangrejo reventado en su punto o el contundente sudado de raya, resultan ser dignos de un aplauso unánime.
Es importante resaltar la devoción de un pueblo unido como el huanchaquero, usualmente relacionado con regodeos propios de un balneario muy concurrido durante el verano. Lo cierto es que Huanchaco es un cálido rinconcito norteño que irradia religiosidad y pasión por San Pedro sin olvidar a su venerada Virgen del Socorro.
Cuentan de San Pedro que negó tres veces a Jesucristo, y lo hizo precisamente en los momentos más aciagos de su paso la tierra.
De esa manera, entonces, podremos descubrir en Pedro, al hombre que con aún con sus yerros, fue construyendo su humanidad hasta la trascendencia sempiterna, con destellos que alumbran el sendero de los peregrinos como él, protagonistas de una inacabable lucha contra sus propias limitaciones.
Cuando llegan los días finales del mes de junio, los pescadores de Huanchaco, pero también los pecadores que ansían una reconciliación con la divinidad, elevan sus oraciones postrándose a los pies de San Pedrito.
Tal vez todavía sorprendido por el encargo divino de conducir a toda una feligresía, aquel curtido hombre de mar repita los versos de Rafael Alberti:
Di, Jesucristo, ¿por qué me besan tanto los pies?
Soy San Pedro, aquí sentado, en bronce inmovilizado no puedo mirar de lado ni pegar un puntapié, pues tengo los pies gastados como ves.
Haz un milagro, señor, déjame bajar al río, volver a ser pescador que es lo mío.
Por: Jorge Rodríguez (RPP)