miércoles, 8 de octubre de 2025

Huamachuco: Agradecimiento


Rafael Villa Vera, hermano de Nancy Villa Vera, fallecida en un accidente en Wiracochapampa, Huamachuco, expresa su agradecimiento por el acompañamiento en estos momentos de dolor por lo ocurrido:

A nombre de mi familia expresamos nuestro agradecimiento a todas las personas que nos acompañaron en la pronta partida de mi hermana Nanci, comparto también la semblanza del representante de la "Asociación de Arqueólogos de la Libertad" Victor Tufinio que expresó el día de su funeral.

*Semblanza de la arqueóloga Herlinda Nancy Villa Vera (1965–2025)*
Hoy la Asociación de Arqueólogos del Norte se une en un profundo dolor. Nos embarga la tristeza y el silencio, porque no hay palabra que pueda contener lo que sentimos ante la inesperada partida de nuestra querida colega, amiga y hermana Erlinda Nancy Villa Vera, una de las fundadoras de nuestra institución, una mujer que fue ejemplo de vida, de trabajo y de amor por la arqueología.
Nació el 28 de junio de 1965, en la noble y heroica tierra de Huamachuco, cuna del ilustre Faustino Sánchez Carrión. De su tierra natal heredó la fuerza, la honestidad y el amor por la verdad. Desde joven sintió el llamado de la arqueología y dedicó su vida entera a descubrir, proteger y comprender la historia que yace bajo nuestros pies. En ella no había solo una profesional rigurosa: había una mujer que amaba profundamente su oficio, que encontraba en cada piedra una voz, en cada muro un testimonio, en cada sitio una vida que merecía respeto.
Trabajó en numerosos proyectos arqueológicos a lo largo del país, recorriendo valles, quebradas y montañas, enfrentando la dureza del sol, la soledad del campo, la fatiga de los días largos. Pero nunca se quejaba. En cada jornada, en cada excavación, dejaba una lección. Porque Nancy no solo excavaba: enseñaba.
En el terreno mismo, bajo el polvo y entre los muros antiguos, formó a nuevas generaciones de arqueólogos. Les enseñó que la arqueología no se aprende en un escritorio, sino en el contacto con la tierra; que ser arqueólogo es servir con humildad, cuidar con paciencia y mirar con respeto la obra de quienes nos precedieron.
Como miembro fundadora de la Asociación de Arqueólogos del Norte, Nancy fue incansable. Participó activamente en la construcción de nuestro gremio, preocupándose no solo por el trabajo técnico, sino por el ser humano detrás del arqueólogo. Le dolía ver a sus colegas enfrentando riesgos, enfermedades, desprotección.
Una y otra vez insistía: “Tenemos que pensar en la seguridad de los nuestros, tenemos que ver un seguro para los socios”. Era una voz constante, serena pero firme, que pedía cuidar a quienes cuidan la memoria del país.
Y por eso, su partida nos desgarra tanto.
Porque el destino, con una paradoja dolorosa, quiso que quien tanto se preocupó por la seguridad de los demás, perdiera la suya en el ejercicio del deber.
Ella, que dedicó su vida a proteger el patrimonio y a protegernos a todos, se nos ha ido precisamente en ese mismo camino, cumpliendo con lo que más amaba.
Esa herida duele, y duele hondo.
Nos deja sin palabras, sin consuelo, solo con la certeza de que su sacrificio nos compromete a continuar su lucha, a no descansar hasta que su sueño se cumpla: que ningún arqueólogo quede desprotegido, que cada colega tenga amparo y dignidad.
Nancy fue más que una profesional admirable. Fue hija amorosa, madre ejemplar, abuela tierna y hermana generosa. Fue una mujer sencilla, noble, profundamente humana. Su risa cálida llenaba los silencios, su palabra animaba los corazones cansados. Tenía la virtud de escuchar y de comprender. Su presencia siempre traía calma, como una brisa leve en medio del desierto.
Aunque nació en Huamachuco, fue en Trujillo donde construyó su vida, donde echó raíces, donde formó su familia y entregó sus mejores años a la arqueología. Y es aquí, cerca al mar que tanto contempló, donde quedarán sus restos.
Ese mar que guarda los secretos del tiempo, será ahora su guardián eterno.
El viento llevará su nombre entre las olas, y cada atardecer traerá su memoria envuelta en luz.
Pero aunque su cuerpo descanse, su espíritu no se ha ido.
Permanece entre nosotros, en cada proyecto, en cada registro de campo, en cada conversación sobre el futuro de la arqueología. Permanece en la voz de los jóvenes que ella formó, en la esperanza de quienes siguen creyendo que la historia vale la pena ser defendida.
Hoy la despedimos con lágrimas en los ojos, con el corazón desgarrado.
Y alzamos nuestra mirada al cielo, reconociendo que solo Dios, el Altísimo, quien nos da la vida, sabe también el momento en que debemos regresar a Él.
Su partida no fue un final, sino un regreso…
Un regreso al origen, a la paz, a la luz.
Querida Erlinda Nancy Villa Vera,
nos dejas un vacío inmenso, pero también un ejemplo que jamás se borrará.
Nos enseñaste a amar la tierra, y la tierra ahora te abraza.
Nos enseñaste a cuidar la vida, y tu vida nos enseñará a cuidar mejor la nuestra.
Descansa en paz, querida colega, amiga y hermana.
Tu nombre quedará grabado en nuestra historia,
tu sonrisa en nuestros recuerdos,
y tu espíritu en cada paso que demos hacia adelante.
El mar será tu descanso,
la tierra tu morada,
y nuestras lágrimas, el homenaje más sincero
a una mujer que vivió con amor y partió con nobleza.
Colega Nancy Villa Vera: *DESCANCE EN PAZ!!!*

_Asociación de Arqueólogos del Norte_
Trujillo, octubre de 2025