Por: César Lévano
Lo ocurrido estos días en La Parada revela aspectos tenebrosos de la política y la sociedad. “¡Esto es el Perú!”, me dijo un amigo al contemplar la conducta de una turba brutal. En efecto, esas masas delictivas capaces de matar por cien soles son parte de un todo: la mafia que los alquiló, los corruptos que quieren recuperar el gobierno municipal de Lima, la derecha neoliberal que ha encontrado en las mesnadas de los barracones una fuerza de choque, una masa de maniobra, un ejército de reserva.
No nos equivoquemos. No es LA PRIMERA vez que esa masa sin conciencia es empleada en la política y el poder mediático. Laura Bozzo y los candidatos de la derecha han acudido a esos seres capaces de todo por una paga. Lo mismo hizo el APRA al reclutar y movilizar mercenarios contra la Federación de Trabajadores en Construcción Civil. Triste es comprobar que hay gente que se dice de izquierda y actúa como lumpen.
Es lo que Karl Marx llamó el lumpenproletariat (el proletariado en andrajos), y que José Carlos Mariátegui distinguió y separó de las masas proletarias.
Federico Engels, el gran compañero de Marx, advirtió: “El lumpenproletariado, esa escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales y concentrada principalmente en las grandes ciudades, es el peor de los aliados posibles. Ese desecho es absolutamente venal y de lo más molesto. Cuando los obreros franceses escribían en los muros de las casas durante cada una de las revoluciones: “Mort aux voleurs!”, y en efecto fusilaban a más de uno, no lo hacían en un arrebato de entusiasmo por la propiedad, sino plenamente conscientes de que ante todo era preciso desembarazarse de esta banda.”
La derecha de hoy maneja cada vez con más frecuencia tal chusma. Hay que señalarlo, porque encierra una advertencia, muestra un peligro.
El otro lado del conflicto es el de los mafiosos de La Parada, que no quieren abandonar su feudo. Esa oposición es, verdaderamente, criminal. Hace muchos años, el semanario Peruvian Times, que se editaba en inglés en Lima, publicó el estudio de un urbanista estadounidense, quien advertía que la abundancia de ratas en el Mercado Mayorista de Lima podía causar, en algún momento, una peste que mataría cientos de miles de personas. Un profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, me informó el viernes: “Yo he visto muchas veces esos enormes roedores que circulan en La Parada”. He ahí el detalle que faltaba.
Ese peligro mortal dibuja, a contraluz, la peligrosidad de la reacción criolla, que, por animosidad contra la alcaldesa Susana Villarán, apadrinó a los mafiosos de La Parada, que se oponen al traslado a Santa Anita. ¿La vida de los limeños? Les importa un bledo.
(la primera)