Por: Dionicio Mantilla León
El día de mañana 6 de junio la población peruana habrá de protagonizar un
nuevo acto democrático la de decidir nuestro futuro eligiendo al ciudadano o
ciudadana con el que estemos plenamente identificados, porque realmente
representa a nuestra nación y consideramos el más idóneo o idónea para
solucionar nuestros más apremiantes problemas. Nunca como hoy el presente
proceso electoral ha dado pie para la polarización de los peruanos dividiéndolo
en dos mega grupos, no por odio como siempre se pregona, sino por principios y formas
de interpretar nuestra realidad nacional, así como por las propuestas y
estrategias a emplear para atender la misma, algunas de dichas propuestas
inviables y que atentan contra el erario nacional y que el elector deberá de
identificar cuales son y quien lo ha propuesto.
Si algo bueno nos deja esta
larga campaña electoral es la disminución del excesivo número de partidos
políticos (18 ) ubicándose ahora sólo en dos grandes grupos ideológicamente definidos: la izquierda y la
derecha del espectro político. El primero liderado por Pedro Castillo, de Perú
Libre y el segundo, por Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. Pedro Castillo,
planteando un cambio real del actual estado de cosas y proponiendo el crecimiento
y desarrollo nacional, pero tomando como punto de partida el cambio de la Constitución
Política; mientras que Keiko Fujimori, planteando la ratificación de la
vigencia de dicha Carta Magna y haciendo propuestas, también de crecimiento y
desarrollo.
Al inicio de la campaña los
dos candidatos incurrieron en gruesos errores que luego fueron rectificando en
el camino. Sin embargo, lo que ambos candidatos obviaron ostensiblemente han
sido temas importantes como, el enfoque de género, las minorías LGTB, los
derechos de los pueblos originarios y amazónicos y la política exterior,
trascendentes temas indispensables para nuestra vida democrática y que deben
ser afrontados luego con decisión; empero, lo que ninguno debe obviar son los graves
problemas que hoy nos agobian: La lucha contra la pandemia, lograr la
reactivación económica, promover una educación y salud de calidad, fomentar el
empleo con inversión pública y privada, combatir la delincuencia, el
terrorismo, el narcotráfico y defender el Estado de derecho, todo ello, en un
ambiente de seguridad y democracia plena. Lamentablemente, al calor de la
campaña electoral, ambos candidatos se lanzaron fuertes calificativos de
comunismo y corrupción que cada quien ha
rechazado y negado.
Con este escenario de aciertos,
omisiones, errores y rectificaciones los dos se presentarán el día de mañana
ante el Gran Jurado, el pueblo, el que ya los conoce, ya se logró identificar
con él o con ella por diversas razones. Del pueblo soberano recibirá así el
honroso encargo de conducir, con capacidad y sin ningún atisbo de corrupción,
este barco de esperanza rumbo a un puerto llamado desarrollo en un ambiente de
paz, democracia y justicia social.
Lo que nos queda a todos los
peruanos es respetar los resultados por ser la soberana voluntad del pueblo y
asumir un rol de veedores del comportamiento del nuevo Presidente o Presidenta
del país. Apoyarlo cuando desarrolle acciones positivas y censurarlo cuando no
lo sean.