Además de Trujillo, la trata de personas con fines de explotación sexual se ha expandido, con preocupación para el Ministerio de la Mujer, a las provincias de Pataz y Ascope.
Por: Jorge Clavijo
En La Libertad, según El Ministerio de la Mujer, de enero a octubre del presente año, los Centros de Emergencia Mujer (CEM) atendieron 6 332 denuncias por violencia contra mujeres, varones y menores de edad: 5506correspondeamujeres, 826ahombres,2332aniños y 317 a personas adultas mayores. De estos casos, 1064(16,8%),corresponden a violencia sexual contra mujeres y menores de edad. ¿Qué factores convergen para que este delito siga marcando vidas y ganando territorio?
La violencia sexual contra menores de edad y mujeres se ejerce en casa y fuera de ella. La Policía y el Ministerio Púbico, coinciden que, en el primer espacio, la mayoría de víctimas son niños y adolescentes y los agresores son, en mayor porcentaje –según las denuncias registradas– familiares que planifican y materializan el delito; incluso, con el consentimiento de los progenitores de las víctimas.
Factor pandemia
Elia Bracamonte Muguerza, fiscal adjunta titular de la Segunda Fiscalía Provincial Civil y de Familia de Trujillo, afirma que la situación ha empeorado en la pandemia: “Los delitos contra la libertad sexual son generalmente del entorno. Puede ser familiares: papá, padrastro, tío, sobrino, primo, hermano; en algunos casos de vecinos. La mayor cantidad de denuncias son del entorno familiar”.
La violencia sexual también se manifiesta bajo la figura de explotación sexual o trata de personas, un delito que involucra a otros como el secuestro y la esclavitud, y que vulnera derechos fundamentales de las personas como la dignidad y la libertad. Afecta especialmente a mujeres, adolescentes, niñas y niños a quienes se les capta para fines de explotación sexual.
En La Libertad, afecta en su mayoría a menores de edad y mujeres adultas peruanas y extranjeras. Las formas en que son captadas siguen al pie de la letra los guiones de las películas Las Elegidas (David Pablo, 2015) y Tráfico Humano (Christian Duguay, 2006), esta última trata sobre Nadia, una adolescente rusa que es engañada por las promesas de una agencia de modelos; sin imaginar que caería en manos de proxenetas que la obligarían a prostituir, en condiciones infrahumanas, en un prostíbulo de Nueva York (EE.UU). La realidad es igual de cruda que la ficción.
“Es un delito planificado: captan a personas en la modalidad del falso empleo, se les invita o convence para un trabajo en particular y cuando llegan a su destino se les amenaza y obliga hacer otra labor, en mayor medida explotación sexual y mendicidad, a menores de edad y adultos”, explica Luisa Centurión Centurión, Coordinadora territorial de Libertad del programa nacional Aurora, que en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, celebrado el jueves 25 de noviembre, lanzó en esta jurisdicción la campaña Haz la diferencia, frena la violencia, a través de la denuncia.
El informe elaborado por el Inei denominado Perú Estadística de trata de personas, 2015–2020, corrobora que entre 2016 y 2020, el engaño y las amenazas fueron los medios más empleados por los tratantes.
El bajo mundo
Es sábado por la tarde y en las inmediaciones de La Hermelinda trasciende al hedor de la basura; el sonido del claxon se mezclan con los bullicios de bares clandestinos en donde pululan hombres desaliñados, quienes beben cerveza, agrupados en mesas de plástico y en compañía de mujeres (algunas ebrias y alegres; otras con expresión de tristeza y enojo).
La compañía es cortesía de los locales y para las trabajadoras, en su mayoría peruanas, es un requisito que deben de soportar para conservar el empleo y la integridad. Algunas provienen la sierra: cuando les ofrecieron empleo, les dijeron que trabajarían como empleadas del hogar, un engaño. Denunciar es un riesgo que no se atreven a correr pues es el miedo el que las obliga al silencio cómplice.
Según Luisa Centurión, a la mayoría de víctimas de trata “les retienen sus documentos, las limitan y las obligan a realizar acciones contra su voluntad con la amenaza de que atentarán contra sus familias en caso se resistan o pidan ayuda”.
En la otra cara de la tragedia para las víctimas de este delito que se mimetiza por “la migración ilegal y el desempleo producto de la recesión por la covid-19” (indicadores ONU-2020), las mujeres extranjeras son explotadas sexualmente en una forma de negocio que es ideal para burlar la ley: bares y discotecas, como uno que está ubicado en la carretera Trujillo–Huanchaco, a pocos metros del museo de sitio de Chan Chan.
El delito se abre paso en una rutina que, día a día, es una puesta en escena: las extranjeras te ofrecen cerveza, su compañía debe de ser pagada con un trago extra para ellas y como plus el cliente recibe algún halago, alguna caricia erótica y un efímero beso. Los servicios sexuales dependen de la edad y la morfología de la mujerde turno (entre S/180 a 250 soles). Una de las condiciones es limitarse a llamarlas por sus sobrenombres y otra, es pagar al local por su ausencia en caso se pacte un servicios sexual.
Las medidas de seguridad son extremas: todo el local está vigilado por extranjeros que reaccionan cada vez que un cliente saca un celular para hacer llamadas o tomar fotos: se aseguran de que la comunicación no perjudique el ilícito que solo en este lugar se sustenta con, aproximadamente, 15 extranjeras no mayores de 30 años. ¿Cómo es que la trata de personas pasa imperceptible para las instituciones tutelares?
Sobre esta interrogante, Luisa Centurión explica que la situación se presenta como confusa, a veces, por la pasividad de la víctima, motivada por el miedo: “La persona tratante tiene un conocimiento previo sobre el delito y conoce las necesidades y debilidades de la víctima para doblegarla. El silencio significa estar con vida”. El informe del Inei, citado líneas arriba, corrobora que entre 2019 y 2020, los night clubs, prostíbulos, servicios domésticos y centros de masajes, fueron los negocios en donde más se ejercía la trata de personas.
Además de la necesidad de empleo, la proliferación de mujeres extranjeras explotadas sexualmente es un asunto de estigma social, lo cual evita que se humanice la percepción de este delito en todas sus dimensiones: se mira a una extranjera como primera opción de servicio sexual.
Para Elia Bracamonte “la migración es un fenómeno que es vulnerable para peruanos y extranjeros y debe de entenderse como uno de los factores que promueven la trata”. Lamentablemente, es este estigma el que limita las denuncias pues hay la percepción errónea, incluso en las víctimas, de que la ley solo favorece a los peruanos, en menor medida a los extranjeros legales y que discrimina a los inmigrantes ilegales.(LA INDUSTRIA)