lunes, 29 de agosto de 2016

¡Hasta luego Panchito!

UNA SENTIDA SEMBLANZA:

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Por: Dionicio Mantilla León


Un profundo vacío deja en Huamachuco y Trujillo el profesor Panchito tal como así lo conocíamos a nuestro amigo, Francisco Evelio Yupanqui Baca, al partir a la eternidad a los 57 años de edad, el día lunes 22 de este mes, en la ciudad de Trujillo, víctima de una terrible enfermedad.

Miembro de una conocida y distinguida familia huamachuquina conformada por don Enrique y doña Grimaldina y sus numerosos hijos y nietos, Panchito supo ganarse el cariño de mucha gente que apreció en esta familia la vena artística en varios de sus integrantes. Quién no conoce, por ejemplo, a nuestro amigo “Blackie” (Vlademiro Agustín), a Rosa, Enrique, Elmer, Lucy, Dina, Ríchard y Jhonny y, nuestro amigo Elías, hermano mayor del grupo quien reside en Lima desde hace varias décadas.

Todos ellos conformando un sólido clan familiar que tenía su base hogareña en el tradicional y antiguo barrio de Cumbicus, a la entrada sur de nuestra ciudad. Un padre y madre ejemplar tenía que dar como fruto hijos e hijas ejemplares, honestos, dinámicos, laboriosos y optimistas.

De espíritu contestario, rebelde, progresista y de profundas ideas de cambio para una sociedad mejor, Panchito, sabía conjugar esa parte de su personalidad con la simplicidad, las ocurrencias, la picardía y la chacota, junto a grandes valores, muy escasos hoy en día, como la generosidad, desprendimiento, solidaridad, amistad sincera y, junto a esto, su admirable habilidad con las artes plásticas en la especialidad de la caricatura, el teatro y la declamación. Artes que trasuntan profundos mensajes de reflexión.

Atacado por una terrible enfermedad que lo postró durante buen tiempo se dio campo para seguir manteniendo los rasgos de su personalidad con una pícara chispa, una característica muy propia de él.

El autor de este comentario tuvo la oportunidad de gozar de su amistad y compartir muchas vivencias durante muchos años haciendo amistad, también, con varios de sus hermanos.

Recuerdo mucho la vez que junto al grupo artístico Llaqta Taky que practicaba no sólo la música latinoamericana, sino el teatro costumbrista huamachuquino, preparamos un programa con números musicales y una obra teatral “La Huaccha” o el “Cabo de año”, el mismo que lo presentamos, sin apoyo de nadie, en Huamachuco y luego, en el Teatro Municipal de Trujillo, con un éxito rotundo al punto que en este último escenario al culminar nuestra presentación todo el grupo fue ovacionado por un público puesto de pie, público en donde se encontraban presente varias autoridades trujillanas.

En esa ocasión jugaron papel muy importante aparte de nuestros amigos Panchito y Blacky, nuestros amigos, Sigifredo Ramírez (Shigi), Margarita Narcizo, Víctor Velázquez (Shishi”, Adrián Jara, Narcizo Jara, entre otros, incluido quien les habla, pues participé como “chiroco”. Eran los años aurorales de nuestro Llaqta Taky querido, años en que incentivábamos, junto con la música latinoamericana, la declamación y la práctica del teatro costumbrista, actividades, estas dos últimas que, ahora, lamentablemente, ya no se practican.

Años en que departimos gratas experiencias con Panchito. Experiencias que nos permitieron conocer bien a nuestro amigo quien en esa época aún no exhibía sus mostachos. Robusto, de cutis trigueño, talla mediana, frente amplia, aire bonachón, un hablar siempre sarcástico y con una permanente sonrisa, su pícara mirada era adornada por los mostachos entrecanos que siempre arreglaba con sus inquietos dedos de artista refinado (“Con estos bigotes cautivé a Lidia”, decía).

Siempre me invitaba a su casa en Trujillo donde saboreábamos con su esposa y sus hijos, exquisitos almuerzos y suculentos lonches teniendo como sobre mesa los recuerdos y las bromas pintorescas recordando a su familia, su barrio Cumbicus, sus patas del alma y su Huamachuco querido. Recuerdo que varias veces, cuando me ganaba la hora, enviaba mis comentarios sabatinos desde la misma casa de Panchito.

Siempre me decía que yo era huamachuquino por adopción y se enojaba vertiendo sus “aderesos lingüísticos”, cuando se enteraba que alguien osaba poner en duda mi adopción huamachuquina. Un gesto que yo siempre he agradecido.

Panchito fue profesor formado en el Pedagógico de Huamachuco al igual que sus hermanos. Toda una familia de docentes. Algo muy excepcional. Todos triunfando en esta hermosa misión educadora. Y, como si esto fuera poco, Panchito formó su hogar con otra maestra, Lidia Reyes Sandoval.

Llegó a ser docente en el Pedagógico donde se formó, pero, ganado por su espíritu de superación, ganó por concurso una plaza de docente en el Instituto Superior Pedagógico “Indoamérica” de Trujillo, institución en donde laboró muchos años y llegó a ocupar un cargo jerárquico, labor alternada con su habilidad en el dibujo y pintura.

Un gesto que saludamos fue la distinción del que fuera objeto, hace poco, por parte del Comité de Fiesta 2016 en reconocimiento por su actividad artística y la exposición de cuadros pictóricos que realizara en Huamachuco y Trujillo.

¡SE FUE PANCHITO, FORJADOR DE PARTE DE LA CULTURA HUAMACHUQUINA! ¡PANCHITO, NOS LLEVAS LA DELANTERA! ¡ALGÚN DÍA NOS ENCONTRAREMOS, ALLÁ EN EL INFINITO, CON EL CORAZÓN SIEMPRE REBOSANTE DE OPTIMISMO Y NUESTRAS COMUNES IDEAS PROGRESISTAS DE CAMBIO SOCIAL, NUESTRA CRISTIANA FE, NUESTRO HUAMACHUQUINISMO PURO. ¡HASTA LUEGO, PANCHITO! ¡DESCANSA EN PAZ!