Es un recurso cada vez más escaso en el mundo. | Fuente: UNICEF
Texto: Grecia Pimentel y Oswaldo Palacios
Aún antes del impacto del Fenómeno El Niño Costero en Perú desde inicios de año, ocho millones de peruanos carecían de los servicios de agua potable y alcantarillado. La cifra de la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (Sunass) grafica el grado de exclusión de personas que vieron pasar una década de crecimiento económico que no resolvió sus necesidades básicas. Durante ese periodo, el Perú tuvo una alta tasa de crecimiento (entre 2002 y 2013 fue de 6,5 %) y una reducción sustantiva de la pobreza (de 54,7 % en 2001 a 22, 7 % en 2014). Sin embargo, el 'milagro peruano' no cumplió los deseos de todos.
Una persona necesita mínimo 50 litros de agua al día para beber y asearse, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero mientras a algunos en Lima le sobra, a la mayoría le falta. El consumo medio en el distrito de Lurigancho-Chosica era en 2011 de 15,2 litros, en San Isidro se gastaba 447,5 litros.
La inequidad en la distribución de los recursos hídricos golpea el bolsillo de los pobres que viven en los asentamientos humanos de la capital, donde una familia gasta S/. 90 al mes por el agua que suministran los camiones cisterna. La Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (Sunass) revela que un hogar limeño que no cuenta con agua potable paga seis veces más que uno con acceso a ese recurso. Esta inequidad, pese a que el Perú ocupa el octavo lugar mundial en recursos hídricos, es una fuente más de división.
Los pobres pagan más
El politólogo de la Universidad de Bielefeld, Manuel Benza Pflücker, explica que hay una “correlación matemática” entre la desigualdad económica y el abastecimiento del recurso hídrico. “Las personas con escasos recursos tienen que gastar mucho más de su exiguo ingreso familiar en agua que todos aquellos que tienen conexiones domiciliarias”. Un informe de 2002 de la Organización Panamericana de la Salud señala que el 10% más pobre de los centros urbanos del país pagaba el doble que el 10% más rico por el uso del agua. Otro estudio, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dice que el Perú es el país latinoamericano con mayores niveles de desigualdad en cuanto al acceso al agua potable en el hogar. Benza Pflücker dice que la asimetría en esta dimensión perjudica la salud de las familias que sufren por no tener agua limpia. “Y esto repercute en el desarrollo físico e intelectual de las personas”.
Los estudios y las estadísticas coinciden: cuanto menor es el nivel de acceso a este servicio, menor es el desarrollo de capacidades de la gente. Muchas familias de Lima y de las regiones que compran agua a los camiones cisterna se exponen a enfermedades como diarreas, hepatitis A la fiebre tifoidea, el cólera, entre otras. Luis Morocho Chahuayo, jefe de la Oficina de Epidemiología del Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN), explica que el agua contaminada es la principal causa de morbilidad y muerte en el país.
El Perú tiene más sed
La realidad en fuera de la capital es aún más dramática, debido a que el déficit hídrico obliga a las personas a recurrir a fuentes de agua no aptas para el consumo humano. Por ejemplo, en la provincia de Utcubamba (región Amazonas), 27 mil de los 59 mil habitantes que viven en la ciudad solo cuentan con agua potable dos horas cada semana. El resto de personas, que vive en las localidades de Conchillo alto, Conchillo Bajo, La Esperanza, Pueblo Viejo, La Esperanza Baja, San Luis, Los Libertadores y La Unión, toma el líquido del río Utcubamba, donde se vierten las aguas residuales de Bagua Grande, lo cual provoca enfermedades como diarrea, cólera y tifoidea.