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viernes, 8 de agosto de 2025

REDES SOCIALES: El Coso taurino y Teatro, obras que "no" traen progreso a Huamachuco

Todo progreso implica un «salto cualitativo» para la sociedad que lo alcanza.

Cemento y presupuesto millonario no garantizan progreso si no mejoran la calidad de vida, aumentan oportunidades, generan igualdad, con ética y dignidad, y elevan a la sociedad a una posición «cualitativa» superior a la que poseía.
Si el cemento y el dinero se usan para mantener estructuras sociales de desigualdad, de opresión, de irracionalidad, de deshumanización, favoreciendo los intereses y la visión de un grupo de poder huamachuquino, no sirven de mucho… Sirven, claro, para ostentar poder. Para desplegar poder. Pero, el poder, si es irracional, es nocivo para toda sociedad. En lugar de avance, mantiene un estado de atraso, de atrofia severa, de inmovilidad corroyente.
El caso de la «renovación» del Coso Taurino, con casi 3 millones de soles, es un buen ejemplo de lo dicho: Las corridas son un acto atroz, indigno al ser humano, que rebaja su ética a los suelos y al lodo. Son un antónimo y enemigo total del progreso. De eso ya se ha hablado largo y tendido. Pero, lo que no se ha dicho es que las corridas son elementos irracionales mantenidos por un grupo humano reducido: huamachuquinos con poder político y económico, con directa incidencia en las decisiones municipales. Ese poder permite seguir con la llamada tauromaquia en nuestro pueblo. Es decir, las corridas no son una tradición que se haga por cultura e identidad, son una tradición que se mantiene porque un «poder» minoritario las sostiene, las exige y las impone absolutamente.
Pues bien, la inversión que se hace para «remodelar» el Coso no pretende acabar con las corridas, ni mucho menos. Más bien busca perpetuar la «tradición», hacerla sólida, acogedora para sus fieles. Pero, sobre todo, lo que anhela es «evitar su eliminación»… Invertir millones de soles en cemento que «renueva y sostenga» las corridas es una estrategia: cuando venga otro alcalde, que sí quiera eliminarlas, no podrá tocar el Coso Taurino, ya que una obra recién inaugurada no puede tocarse sino hasta muchos años después. En ese sentido, no es solo un impedimento para el progreso actual, sino que también impide el que pueda venir en el futuro.
La remodelación el Coso potencia, así, una estructura arcaica, la reviste de falsa modernidad y nos la presenta como «gran obra de la actual gestión municipal». Sin embargo, una obra mayor potente, progresista, debiera ser, por ejemplo, un «Gran Coliseo Municipal», que sirva para espectáculos artísticos, culturales y deportivos, con alta capacidad de aforo, butacas modernas y cómodas, piso y techo móvil para actividades múltiples, juego de luces y sonido digital incrustados, para ver un buen concierto, disfrutar de un festival de danza o apreciar un buen encuentro de vóley, futbito o básquet.
El caso del Teatro Municipal, aunque parecido, es menos alarmante. Fue construido en la década de 1940, con el boom de los cinematógrafos y con el objetivo de ser un cine-teatro. Su modelo sigue una corriente arquitectónica que buscaba la funcionalidad y la novedad. La fachada del teatro, con los años, se adaptó bien a arquitectura circundante y se convirtió en un elemento «tradicional», de «identidad» huamachuquina. No ocurrió así con sus interiores. Una ley básica de todo buen teatro es que el escenario pueda verse desde el primer hasta el último asiento, desde la butaca más cercana hasta la más lejana. Lo más importante de un espacio así es que todos puedan disfrutar el espectáculo. Esta norma medular no se cumplía en nuestro viejo teatro: sus butacas, una tras otra, estaban sobre un mismo nivel. La visión, por lo tanto, era dificultosa para todos.

Además, entre butacas, había columnas de cemento que, de igual modo, impedían la visión. Estos elementos limitantes se han mantenido en la actual «remodelación» del Teatro Municipal. Y, si bien había que conservar la fachada, por ser identitaria, no había motivo para mantener el mismo tipo de interior. Lo ideal hubiera sido seguir las normas básicas de un buen teatro, ya citadas líneas atrás.
Siendo así, nuevamente se pierde la oportunidad de generar un verdadero progreso. Tendremos que esperar muchos años más, si se quiere hacer. En esa medida, esa actual remodelación es, también, obstaculizante. Útil, por supuesto, porque el teatro estaba cerrado y con escombros. Útil, porque tendremos un espacio grande para actividades. Útil, claro, pero sin garantía de progreso.
Quiero concluir diciendo que las obras obedecen a ideologías. Detrás de ellas hay personas con poder que las mantienen. Hacer obras que respondan a ideas nocivas a la ética y el progreso, dañinas para una vida digna, es gastar el dinero de todos de forma inadecuada y, sobre todo, perpetuar estructuras opresoras, que hieren a las sociedades, a sus integrantes y se oponen a un progreso real.
El cemento ha sido el arma predilecta de algunos alcaldes. Quizá la única que poseen.
Pero, cemento sin dignidad es solo roca inútil.
Cemento sin ética es cadena opresora.
Cemento sin progreso es herida para nuestro Huamachuco.

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