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domingo, 15 de mayo de 2016

Andrés Roca Rey salió en hombros en Madrid (con video de faena de dos orejas)

TRIUNFO NOTABLE ● EL PERUANO, DE SOLO 19 AÑOS, SE JUGÓ LA VIDA Y ALCANZÓ LO QUE TODOS LOS TOREROS SUEÑAN PERO MUY POCOS CONSIGUEN.

FOTOS: WEB PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS Andrés Roca Rey, con las dos orejas en las manos, es llevado en hombros hacia su triunfal salida por la Puerta Grande de la Plaza de Las Ventas, en Madrid; nunca antes un peruano había logrado semejante hazaña.
PABLO J. GÓMEZ DEBARBIERI

Andrés Roca Rey logró ayer el sueño de todo torero. Salió triunfante, en hombros, aclamado por la multitud que gritaba −“¡Torero, torero!”−, de la Plaza de Las Ventas de Madrid, el día de su presentación allí como matador de toros, tras recibir la confirmación de alternativa de manos del francés Sebastián Castella.

FOTOS: PÁG WEB PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Andrés Roca Rey, con las dos orejas en las manos, es llevado en hombros hacia su triunfal salida por la Puerta Grande de la Plaza de Las Ventas, en Madrid; nunca antes un peruano había logrado semejante hazaña.

VALOR Y DECISIÓN

Pocos son los toreros que han logrado triunfar de esa forma al presentarse por primera vez como matadores en la Plaza de las Ventas, la más importante del mundo. Jamás había sucedido con un peruano. Hace falta para semejante suceso, que la suerte sea propicia; que el toro embista como se sueña, que el público esté dispuesto a aplaudir al torero y que luego el diestro haga todo a la perfección; empresa harto difícil, pues además de que el azar sea propicio, se enfrenta a un impredecible ser vivo, el indómito toro de lidia. O, como sucedió ayer, que un torero se imponga sobre las circunstancias adversas, se juegue la vida y logre un triunfo que parecía imposible.

Andrés, con sólo 19 años, pero con una madurez admirable y un valor impresionante, emocionó a los 24.000 espectadores que copaban el coso madrileño y dejó atónitos a los millones de televidentes que, en todo el mundo, seguían en vivo la corrida. El derroche de valor, la forma de jugarse la vida en cada muletazo, sabiendo que la cornada era una posibilidad latente y aun así, quedarse inmóvil, conduciendo las embestidas del astado con la muleta, no fue un acto inconsciente. El joven torero peruano sabía el riesgo que corría, pero también era consciente de que las oportunidades en Madrid no deben ni pueden desaprovecharse si se quiere llegar a ser figura del toreo.

LA CORRIDA

Ayer se lidiaron cuatro toros de Núñez del Cuvillo (primero, segundo, tercero y quinto), ganadería cuyos toros, en otras plazas −no en Madrid− suelen embestir con clase y con movilidad, transmitiendo emoción. Pero en Madrid el toro que se exige, por su volumen y cornamenta, difiere de la morfología típica de los Cuvillos. Al tener que presentar toros con el tamaño que Madrid exige, se ven obligados a elegir los más grandes de la camada, no necesariamente los mejores. Además, el exceso de kilos los hace pararse y defenderse, perdiéndose la emoción de sus embestidas. Por ello, el sector más exigente de Las Ventas se pone en contra de los toreros cuando se lidian toros de Cuvillo.

Por ese motivo, los tres primeros toros de la corrida, no emocionaron y la afición madrileña mostró su disgusto y no tomó en consideración lo hecho por Andrés Roca Rey, Sebastián Castella y Alejandro Talavante. La corrida iba cuesta abajo y rumbo a naufragar.

Andrés le brinda el toro de la confirmación de su alternativa al Rey Emérito, Juan Carlos I, gran defensor de la tauromaquia. Tanto en su presentación como matador en Sevilla como en Madrid, el torero peruano ha tenido el honor de tener entre los espectadores al Rey y de poderle brindar ambos toros.

El cuarto fue de la ganadería del Conde de Mayalde y tuvo dificultades. Requería un lidiador que uniera sapiencia, valor y técnica; pocos son los diestros que reúnan todas esas características. Castella estuvo valiente, pero no le sacó el partido debido al toro. El disgusto del público se acrecentó. Una corrida tan importante para Andrés Roca Rey terminaría siendo uno de esos festejos para el olvido, sin triunfos.

El quinto, de Cuvillo, era enorme y le costaba embestir con clase. Sin embargo, Talavante expuso mucho. Con inteligencia y la técnica que da la experiencia, logró una magnifica faena que emocionó a los madrileños. Faena para aficionados, pero el peligro que demostraba un toro tan voluminoso e incierto, hizo que todo el público comprendiese su importancia. Mató de buena estocada y cortó una oreja.(el comercio)

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