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domingo, 12 de julio de 2015

La batalla de Huamachuco

Para que la historia no se repita

Foto: Beto Mendoza

Por: Dionicio Mantilla León

En estos últimos meses nuestros hermanos de Bolivia se encuentran empeñados en lograr para su país la salida al mar para lo cual su gobierno ha presentado una demanda ante la Corte Internacional de La Haya. Una justificada pretensión que naciera luego de la guerra con Chile en 1883 en la que este país le arrebatara su territorio costeño de Antofagasta, infausto evento bélico en el que también los chilenos nos arrebataran nuestros ricos departamentos de Arica y Tarapacá.

Han transcurrido ya 132 años de este luctuoso acontecimiento y las heridas ocasionadas por el latrocinio del que fuimos víctimas ambos países aún continúan abiertas dejándonos penosas lecciones que nos invitan a la reflexión para evitar que la historia se repita.

Un episodio histórico que fuera sellado con la última batalla acontecida en suelo huamachuquino un 10 de julio de 1883 y en el que nuestros soldados perdieron por la falta de municiones y la traición del gobernante peruano de aquel entonces, Mariano Ignacio Prado, pero en la que nuestros bravos compatriotas, cientos de ellos nacidos en Huamachuco, ofrendaran su sangre bendita en la defensa de la soberanía patria. Soldados que, ya moribundos, fueran objeto del condenable acto del “repase” operado por las huestes chilenas. Un “repase” que causó y causa la estupefacción del mundo y se inscribe como uno de los más execrables episodios de la Humanidad.

Fueron miles los que se inmolaron, miles convertidos en mártires, miles los que regaran su sangre en las llanuras de Purrumpampa, miles las almas que ascendieron al infinito para ser acogidos por el Divino Hacedor.

Una historia de fracaso bélico que, sin embargo, no debe repetirse jamás; siendo necesario, para ello, adoptar las medidas pertinentes que lo impidan. Medidas que tienen que ver con el fortalecimiento de nuestras Fuerzas Armadas, el restablecimiento de la Instrucción Pre Militar y el fortalecimiento de nuestra identidad y conciencia nacional en las instituciones educativas con decidida intervención de los medios de comunicación.

En este día dedicado a recordar este cruento episodio de nuestra historia es preciso asumir nuestro compromiso de revalorar los monumentos que son fidedignos testimonios del martirologio de nuestros antepasados, haciendo realidad, por ejemplo, el Parque Ecológico de Purrumpampa convertido, hoy, por la irresponsabilidad de malos huamachuquinos y negligencia de las autoridades ediles en basurales. Asimismo, revalorando el caserío de El Toro, escenario en donde se fabricaran las armas de nuestros soldados. Un caserío cuyo cerro hoy se ha convertido en testimonio de la voracidad de los mineros informales con la complacencia de las autoridades provinciales y regionales. A esto se añade, la triste imagen ofrecida por la fachada del cuartel del B.I.M. 323 acantonado junto a Purrumpampa exhibiendo un cerco perimétrico en deplorable estado, constituyendo una criticable afrenta al glorioso Ejército del Perú, preguntándonos: ¿Por qué alguien no se preocupa de su arreglo?

Arribamos a los 132 años del infausto hecho que marcó de sangre y lágrimas nuestra historia por la herida que se abriera en el alma de la peruanidad al lesionarse nuestra soberanía. Hoy, ha llegado el momento de las solemnes ceremonias y los grandes discursos que lo recuerdan; empero, la mejor honra que podemos brindar a nuestros mártires de la batalla del 10 de julio de 1883 sería iniciando una profunda campaña de concientización de nuestra identidad nacional y rehabilitando los escenarios que albergan su inmaculada sangre, pues son imperecederas huellas de este acontecimiento histórico.