jueves, 8 de septiembre de 2011

DESAFÍOS DEL BICENTENARIO

Por: Luis Peña Rebaza
luisprebaza1@hotmail.com
Lic. en Educación
Nos encontramos escasamente a menos de diez años de la celebración de nuestro Bicentenario como nación independiente. Frente a ello y de cara a tan magno acontecimiento urge plantear una serie de desafíos que deben marcar la pauta, el norte que oriente el rumbo y la función del gobierno y la sociedad.
El primero de ellos tiene que ver con la reforma del Estado, ese aparato aun ineficiente, y burocrático, esa gran máquina que se mueve lentamente decía Farncis Bacon y que en sus tres niveles, provincial, regional y nacional, entrampa los procesos y vive de espaldas a las demandas y necesidades de las poblaciones olvidadas.



Un Estado en donde el tan ansiado proceso de regionalización y descentralización se ha tergiversado y en muchos casos solamente ha generado la aparición de nuevos cacicazgos, los otrora caudillismos regionales, con todos los engendros y males que su limitado accionar ocasiona en sus jurisdicciones y al país en su conjunto.
El segundo desafío tiene que ver con el tratamiento a la educación, la formación de los presentes y futuros ciudadanos, entendiendo que tan trascendental sector es la piedra angular del desarrollo. Allí en donde ese Estado siempre debe seguir desempeñando un rol fundamental en su mejora integral; en tal sentido, no debemos repetir el modelo chileno de municipalización y privatización que en la actualidad está demostrando su total fracaso.
El tercer aspecto a considerar plantea una eficaz y urgente política de inclusión social. En pleno Tercer Milenio no es posible seguir teniendo numerosos distritos y provincias en donde vergonzosamente se registran porcentajes de analfabetismo y desnutrición crónica infantil superiores al cincuenta por ciento. Allí donde los ciudadanos son tratados como seres humanos de segunda y tercera categoría y para quienes los beneficios del tan pregonado crecimiento económico no alcanzan.


Ante tal situación de menosprecio, fácilmente se convierten en caldo de cultivo para las infaltables prédicas violentistas que pescando a rio revuelto buscar menoscabar este imperfecto sistema que pese a todo seguirá siendo el menos malo que hasta hoy hemos conocido. La anterior premisa nos puede garantizar en enorme medida la consecución de un país con seguridad ciudadana y paz social, otro desafío mayúsculo, que permita el pleno e integro desarrollo de las facultades de sus ciudadanos.

Entendiendo la suprema concepción de ciudadanía como aquella donde se exige derechos pero a la vez se cumple deberes, pues ciudadano es aquel que hace y construye la historia y el simple poblador es quien la padece.
Por último, es imprescindible conseguir un país con ética pública, en donde los ciudadanos no seamos tolerantes frente al descarado robo, la corrupción y los faenones y donde jamás debamos escuchar frases como: ”no importa que robe con tal que haga obras” y menos aun que la máxima autoridad deslice una frase tan infeliz como “la plata llega sola”.